jueves, 23 de febrero de 2017

El viaje

Por circunstancias de la vida he acabado en Sydney, en Australia. Básicamente en la otra punta del mundo. Dicen que si se pudiera cavar un agujero desde Bilbao, uno saldría en Australia. Y es que estamos hablando de 21 horas de vuelo y 3 de escala. Y añadiendo horas de autobús ya que el vuelo salía de Madrid por la mañana y yo me encontraba en San Sebastián. 

Yo había viajado pero sólo por Europa por lo que era la primera vez que cogía dos vuelos tan largos. Además para mí la semana anterior comenzó la odisea y aumentó el estrés cuando la agencia de viajes me indicó que había habido un problema y que quizá no me iban a dejar coger el avión. El estrés de estar sola ante un viaje tan largo, con muchas horas de avión y el miedo que me genera, había que añadirle el estrés de que a lo mejor ni me dejaban pasar.Tras dejarme el autobús en el aeropuerto lo nervios en la terminal fueron inmensos al no saber si podría pasar. Todo salió redondo, no sucedió nada, todo quedó en que la agencia intentó estafarme para que pagara un vuelo más. Mi consejo es que cuando hagan sus reservas a través de Skyscanner, tengan cuidado con la agencia que les toca.

El primer vuelo fue de 7 horas, de Madrid a Abu Dabhi. Iba en ventanilla y cuando nos adentramos por Egipto, a partir de ahí todo lo que pude ver desde el avión era tierra árida. Efectivamente, Oriente Medio era como me lo había imaginado, desierto y tierras secas. Sólo se veía amarillo. De vez en cuando se vislumbraban casas, también diría como me las imaginaba, pero por lo general no había nada. Hubo un momento en el que también se veía el Mar Rojo y fue cuando conseguí sacar una fotografía. Me fascinó poder ver esas tierras áridas desde arriba.

Uno de los peores momentos fue ya en el aeropuerto de Abu Dabhi. El vuelo había ido bien. En Abu Dabhi eran casi las 8 de la noche y era de noche. Había muchísima gente, había cola para hacer escala. Yo intentaba seguir a la gente de mi vuelo pero hubo un momento en el que había tanta gente que me limité a continuar la cola. El personal que “organizaba” (las comillas las pongo porque era un caos) las colas hablaban en árabe, en los megáfonos todo era en árabe o inglés. Después de casi una hora, finalmente conseguí pasar el control y siguiendo los indicadores fui a la búsqueda de la puerta de embarque. La encontré fácilmente y me quedaba otra hora para coger el siguiente avión.

El siguiente vuelo para Sydney era de casi 14 horas. Me quedaba lo peor. Algunas horas pasaron rápido, otras no tanto. Y entonces es cuando te agobias pensando en si todo saldrá bien porque realmente estás dentro de un aparato y estás perdida en el cielo. Intentaba no pensar. Te duele el trasero y de vez en cuando necesitas levantarte para estirarte y ya no sabes ni lo que hacer. Lo bueno es que hoy en día los aviones están equipados con pantallas que contienen series y películas. Yo también llevaba mi portátil así como una novela. Pero son tantas horas… En este vuelo no pude ver a través de la ventanilla porque la mayoría del tiempo era de noche y ya en las últimas 5 horas, aunque fuera de día, había gente durmiendo y no se abrieron hasta el aterrizaje. ¡Lo que sí vi ya desde el avión fue el puente y Opera House muy pequeñitos!

Los vuelos en general estuvieron bien y con apenas turbulencias. También me gustó mucho el personal de ambos vuelos. La compañía con la que volaba era Virgin Australia pero los vuelos eran operados por Ethiad y las y los azafato/as se portaron genial. Tuve miedo pero todo fue bien.
Donde lo pasé peor fue en el aeropuerto en aduanas de Sydney. Fueron dos o tres horas de espera, de hacerte rellenar un formulario y hablarte como si fueras una delincuente, de pasar por varias personas para que todavía te creas más delincuente aunque no hayas hecho nada y de que te cacheen la maleta. Hubo un momento en el que tuve angustia pensando que no me iban a dejar entrar en Australia. Una cosa es poner medidas para entrar a un país y otra ser tan estrictos. Seguro que después dejan pasar a quién no tienen que dejar…

El problema de Australia es que llegas tan cansado y confuso que te empiezas a plantear si un viaje tan largo merece la pena. O quizá es porque es un viaje que me ha venido de sorpresa. Ahora que ya llevo un mes, sigo pensando que es una burrada, especialmente si se viaja solo. Pero es cierto que ha sido una maravillosa oportunidad conocer la otra punta del mundo y que en ese aspecto, soy un poco afortunada. Los siguientes post ya serán sobre ello…

Mediterráneo tierra de pasión…

El clima de un lugar puede determinar en gran medida los estados emocionales de una persona. Se dice aquello de que cuando hace buen tiempo estamos más felices. Y a este pensamiento razón no le falta cuando puedes ir un día sí y otro también a la playa.


El buen tiempo que hace en las Islas Baleares hacen que Mallorca sea un destino muy querido por todos los Europeos. Y muestra de ello es que la isla está preparada también para los europeos, especialmente ingleses y alemanes. En septiembre tuve la oportunidad de estar 5 días y en todos ellos tuve sol y 30 grados.

Me pareció un destino ideal para vivir aunque hoy en día dicen que en agosto la isla está a rebosar de turistas. A pesar del gran número de visitantes que esta isla recibe, hay una infinidad de calas y playas con aguas cristalinas que escoger. Pero Mallorca no es sólo costa, Mallorca también tiene la Sierra de la Tramontana. Mallorca lo tiene todo.

Nosotros alquilamos un coche, que estaba en buen precio, y cada día nos acercábamos a una parte de la isla aunque nos encontrábamos alojados en la misma Palma. La propia capital desprende encanto a pesar de no tener playa (pero sí costa y puertos). El casco histórico y sus estrechas calles están hechos para recorrerlos, especialmente al atardecer. Gracias al buen tiempo veraniego, cuando se ponía el sol, el ambiente que emanaba la ciudad era acogedor. Había mucha vida por las calles, puestos, tiendas que vendían las típicas ensaimadas, queso de Mahón (Menorca) y sobrasada por doquier… También proliferaban los bares y restaurantes. Probamos uno de los platos típicos, el tumbet, un plato que lleva berenjenas, patatas, pimientos rojos y tomates fritos en rodajas. Otro paseo obligado para los atardeceres me parece el del paseo marítimo y el paseo en donde se encuentra ubicado el Palacio Real de la Almudaina construido en el siglo XIV. Es a través de estos puntos en donde se puede ver el mar.

Considero que mereció la pena haber alquilado el coche ya que hay muchos puntos de interés en esta isla balear y en una hora se puede recorrer de una punta a la otra. La Tramontana, muy transitada en invierno por ciclistas y esquiadores, tiene en sus faldas localidades como Sóller. Es un pueblo rodeado de montañas y el color verde. Una de las atracciones de Sóller es el tren de madera que transita por el centro de la localidad y que recorre varios pueblos más.

La parte montañosa a través de la cual se puede vislumbrar el mar se sitúa en la Alcudia, yendo desde el puerto de la Alcudia y pasando por el puerto de Pollença, hacia el Cabo de Formentor. Las vistas desde arriba son espectaculares y abajo, Formentor tiene mucha vegetación y playas paradisiacas.

Para playa paradisiaca no podía dejar de mencionar Es Trenc, muy cercana a Palma de Mallorca. Sus aguas son unas de las más cristalinas y cálidas de la isla.

Volviendo al hilo de las playas y calas, hay una infinidad de ellas que se van encontrando a medida que se va con el coche. En nuestro caso nos parábamos un rato a descansar y a nadar y otra vez volvíamos a coger el coche para acabar en una siguiente cala o playa. El encanto de todas ellas era la combinación de verde, rocas y aguas cristalinas. Recorrimos tantas que no nos acordamos de todos los nombres. Me acuerdo de la Cala Mondragó, que está ubicada dentro de un parque natural porque era una bonita mezcla de playa y calas con el bosque mediterráneo.

Uno de los lugares más bonitos también es Sa Calobra. Allí además de haber una cala, continuando con el paseo uno puede encontrar unas rocas de altura y una cueva para pasar a una mini playa. El encanto de Sa Calobra se sitúa detrás de la cueva ya que se puede vislumbrar un valle y un río rodeado de arena. Este río, en general en verano se encuentra prácticamente seco.


Nos quedamos con ganas de estar más tiempo ya que probablemente, hay más paraísos escondidos por la costa balear. También nos quedamos con la idea de que es un buen lugar para vivir. El dueño del Airbnb nos comentó que el invierno dura poco en aquella zona del mediterráneo por lo que, quién sabe si algún día volveré…